Relato corto: Una llave muerta de Kassfinol

relato corto una llave muerta de kassfinol

Título: Una llave muerta

Autora: Kassfinol

Todos los derechos reservados.

Género: Terror

—¡Corre, vamos Alejandra, necesito que corras más rápido! —las palabras ahogadas de Marcos mostraban su inminente cansancio. Era lógico que le ardiera respirar después de correr por más de una hora, para poder alejarse de una manada de zombis, el agotamiento era por completo visible.

—Marcos, no puedo más, todo esto es en vano, seguir huyendo me tiene cansada. Cada vez que nos detenemos esos malditos salen como moscas.

—Sí, tienes razón, pero al menos somos más rápidos que ellos, eso evita que seamos mordidos. 

—Necesito descansar —suplicó Alejandra, tropezando y cayendo en el frío asfalto manchado de sangre seca.

La respiración de ambos era audible a unas dos cuadras de allí, por el mortal silencio en donde se encontraban.

—Baja la voz, Ale. Tienes razón, debemos descansar, busquemos algo que comer y algún lugar protegernos y poder dormir.

Alejandra empezó a negar con la cabeza y empezó a llorar.

—Vamos, pongámonos con eso, sabes que es la única manera que tenemos de sobrevivir.

—¡No quiero! —gritó Alejandra con toda la fuerza que le quedaba.

—¡Alejandra, cierra la boca! Te he dicho que no subas la voz, los atraerás hacia nosotros y ya la luz del sol en un rato no nos acompañará.

Marcos sostuvo a Alejandra por el brazo y la levantó con fuerza.

—Ya quiero morirme, ya no soporto más esto… no aguanto —volvió a gritar Alejandra.

Se hizo un silencio mortal, ante la cara de asombro de Marcos. A lo lejos se empezaron a escuchar los gemidos de los muertos, siempre estaban en manada y ya que estaban en medio de una calle, el grito de Alejandra le había advertido a muchos de esos zombis que había cerca carne fresca.

—Camina Alejandra… te amo… ¡no te dejaré sola aquí! —Marcos se colocó frente a Alejandra y con ojos suplicantes terminó diciéndole— También estoy cansado, quisiera estar en otro lugar… pero vamos mi amor… solo una llave más.

Alejandra aun llorando asintió.

—¿Me lo prometes? —susurró con media sonrisa.

—Te lo juro, también estoy cansado, pero solo una más.

Esas palabras parecieron llenar de valor a Alejandra, y con decisión apuntó un edificio de no más de catorce pisos que estaba a dos cuadras lejos de ellos.

—Quiero que vayamos a ese edificio —musitó con un poco de entusiasmo Alejandra.

—Bien mi amor, para allá iremos.

A medida que ambos corrían hacia el edificio, mataban con gran facilidad todo aquello que se quejaba y movía, la sangre negra y hedionda mojó el asfalto por donde caminaban. Los zombis tenían poco más de seis años comiendo y destruyendo todo a su paso. Asesinarlos era lo que mejor sabía hacer esta pareja.

Una vez frente al gran edificio, se dieron cuenta que era un hotel. Alejandra respiró audiblemente, aceptando que en ese lugar obtendría la última llave.

—Mi amor, te amo. No te permitas morir —el susurro de Marcos le hizo gracia a Alejandra y ella terminó regalándole una media sonrisa.

—Ven acá —lo haló hacia ella para poder besarlo— no importa nada, me lo juraste.

Marcos le sonrió, observando a los lados por unos segundos.

—Vamos mi amor, es hora de entrar.

Alejandra sostuvo su larga y liviana espada tomando una bocana de aire. Su rostro mostraba las ganas inmensas que tenía de acabar con todos aquellos muertos encerrados en el lugar. Marcos imitando su valor, fue detrás de ella, aceptando lo que vendría después de todo eso.

Al entrar al edificio encontraron diez zombis arrinconados, intentando caminar hacia las escaleras, y otros tratando de salir del lugar. Ambos acabaron con ellos en solo unos minutos; miraron hacia la recepción y ahí estaban todas las llaves de las habitaciones. Marcos, en cuanto visualizó la llave del depósito, se hizo con ella.

Algo que habían aprendido durante todo este tiempo, es que los hoteles lujosos tenían puertas resistentes, y este era uno de esos. Debían bajar hacia donde estaba el depósito de comida y obtener todos los enlatados y botellas de agua que quedaran, corriendo con la suerte de que nadie se la hubiese llevado con anterioridad. Pero, por cómo estaban las llaves, todo indicaba que nadie con vida había revisado el lugar.

—Ya tengo la llave Alejandra, bajemos al depósito —Alejandra asintió y caminó detrás de Marcos.

El edificio parecía tener un estacionamiento subterráneo, bajaron las escaleras por unos minutos y aún no se topaban con el depósito del hotel. Unos cuantos escalones más abajo se consiguieron con un largo pasillo oscuro.

—No hay electricidad— musitó Marcos, deteniéndose.

—Toma esto, aún tiene batería la linterna —susurró Alejandra sacándola del bolso y entregándosela a Marcos.

Cuando la encendió, notó que en el corto y estrecho pasillo se encontraban más de cincuenta zombis, que ante el contacto con la luz brillante se abalanzaron contra un asombrado Marcos, que no tuvo tiempo para retroceder y escapar.

Alejandra como pudo subió las escaleras ante el sonido aterrador de los gritos agonizantes del que fue su único compañero por más de seis años.

Sus lágrimas empezaron a salir y recordó cómo la había salvado Marcos hace años…

Después de casi dos meses alimentándose de la comida de la bodega del hotel Tamanaco, encerrada sin poder salir, sola entre cuatro pareces. Alejandra empezaba a desesperarse, ya que la comida se había acabado completamente, tenía días en los que solo tomaba sorbos de agua. Marcos la consiguió y salvó, una vez que dio con la llave que logró abrir la cerradura, que solo podía abrirse por el lado de afuera de esa bodega. Ella se quedó por meses atrapada y Marcos la salvó.

Desde entonces ambos buscaban un depósito de comida, para encerrarse y vivir escondidos durante semanas, para así tener momentos juntos fuera de la horrible realidad que se vivía en el exterior. 

De vuelta a la realidad, Alejandra soltó su arma. Y volvió hacia el pasillo, donde hasta hace unos segundos, había muerto el amor de su vida. Y se dejó consumir, entre las garras de la muerte que desde hace meses deseaba sentir.

Fin

Todos tenemos derechos de terminar con nuestra realidad cuando lo deseemos, solo lo debemos decidir.


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