¿¡Seis meses para escribir la palabra Fin!?

Hace días, o tal vez también lo pensé esta mañana, estaba analizando que esto de escribir una vez que se vuelve trabajo no lo disfrutas igual.

Recuerdo que cuando lo hacía por hobby, todo salía más fluido, rápido. De hecho, cuando no había estudiado para redactar mejor, al escribir, aun y con errores, las ideas quedaban plasmadas más rápido y no debía pensar tanto para «expresarme bien».

Ahora tengo una idea, hago el esquema, planifico todo, investigo, describo a los personajes, plasmo su personalidad, determino el conflicto y su solución; lo sé todo… y saberlo todo es aburrido. Antes, mientras escribía era como leer un libro por primera vez, yo no sabía lo que iba a pasar y cuando ocurría quedaba tan impresionada como cualquier lector.

Esa chispa, esa magia, ese escuchar con claridad… no, no se marchó, sé que está ahí, pero está apaleado y aplastado por técnicas, planificación e investigación, que no digo que esté mal, pero le mutila las ganas a cualquiera, porque siento que no eres, solo lo haces, porque así tiene que ser; pero la espontaneidad se pierde casi por completo.

No es una queja, porque sé que todo es necesario para entregarle a los lectores un buen trabajo, pero el estudio tiene sus consecuencias, y que se me haya activado este puto existencialismo, no, no es agradable. Tal vez, estés leyendo esto y creas que es una justificación de mi parte, o una queja pública, pero no lo es, lejos de eso, es una actualización de mi estado actual de escritura, y no solo eso… esto que te describo son las «consecuencias» de mucho estudio.

Cuando la razón (que te la da el estudio) influye en el arte que es más sentir y fluir, hay un agua y aceite que es inmanejable.

Vamos a ponerle la cereza al pastel:

Creo que las cosas se terminaron de complicar cuando el escribir «Ficción» dejó de convertirse en una prioridad y pasó a ser la segunda, tal vez la tercera cosa más importante de mi vida a nivel monetario, porque ahora escribo más de diez mil palabras de «No Ficción» al día para otros, llámense blogs.  (No solo para mi blog sino también para otras personas que me pagan para tener sus blogs actualizados y con contenido inédito de calidad).

Es decir, que pasé de ganar dinero por vender libros de ficción a ganar el doble o el triple escribiendo para otros, claro, un género que la verdad disfruto porque aprendo de todo, y estoy al día con muchas cosas, pero al final del día me siento mal porque me quedó el cerebro «quemado» de redactar y no tengo fuerzas para escribir el montón de historias que quiero escribir.

Sí, sí, ya sé que querer es poder. Pero, ¿a ti te han llevado al extremo de algo y luego tienes fuerzas para continuar como si nada pasara? Sí, claro que puedes continuar, pero no eres la misma. Si antes podía tranquilamente escribir veinte páginas al día de un libro y terminar una historia en máximo dos semanas, ahora necesito hasta seis meses para poder poner la palabra «Fin» a un relato de doce páginas.

Quemada no estoy… es lo siguiente.

Y pensar que, no escribiendo mis libros, sigo escribiendo miles de palabras a la semana.

Antes de que empieces a criticar, ubícate:

Como todo, cada una (o) se mantiene a sí mismo con su trabajo, ¿verdad?

Eso mismo intento hacer yo, porque escribir «Ficción» me fascina, me encanta, me hace muy feliz, pero dinero del bueno, no da. Gracias a la piratería, eso no es un secreto para nadie. En mi caso los libros de hace 6, 7 u 8 años son los que se están vendiendo mucho más, tengo también tiempo sin publicar libros (solo publico relatos). Es un conjunto de muchas cosas.

Para vivir bien, como yo me merezco, debo escribir «No ficción» para otros, debo hacer páginas web, debo hacerle Ads a escritores, empresas y emprendedores. Es decir, no solo tengo un «trabajo», tengo varios al mismo tiempo, y además entre eso, también debo escribir mis libros e historias.

Yo sinceramente no sé cómo lo hago, pero al final de mes no le debo dinero a nadie, pero a mí misma, me debo mucho. Porque no escribir es algo que me lastima, pero vivimos en un mundo donde, si no pagas, no vives bien.

Ya tú sabes cómo es todo, porque vivimos en el mismo planeta.

La tortura es insostenible:

Te pongo en contexto: Para un escritor que ama lo que hace, ir a dormir sabiendo que no escribió ese día nada con respecto a sus libros, es agobiante. Uno mismo se autodestruye con esos pensamientos mierdísticos, y terminas deprimido. Yo me lavo el cerebro un poco diciéndome a mí misma…:

«No importa Kass, escribiste mucho hoy para tus clientes y sus blogs».

«Tus clientes están contentos».

«Kass, sí escribiste, hoy te superaste, escribiste quince mil palabras… sí para otra persona, no para tu libro».

Ya sé, a veces es incontrolable no joderte a ti misma con la mente.

Esto se repite todas las noches. Todas.

Y sí, me puedes ver jugando videos juegos, pero necesito distraerme, salir de la realidad para poder reenfocarme para el siguiente libro, sino entre tanto leer y redactar, puede que me vuelva más loca de lo que ya estoy. Tampoco es algo que haga siempre, aunque luego de más de dieciséis horas de trabajo, donde a veces duermo solo cinco o seis horas al día, distraerme con algo que nada tenga que ver con mi trabajo es más que necesario.

Seis meses para poner la palabra Fin

Hace años no me lo habría imaginado, pero tengo que aprender a vivir con eso, porque dejar de escribir por más que quiera, no puedo. Y abandonar mis historias sería como arrancar un pedazo muy grande de mí, sería como perder parte de mi identidad.

Aunque te confieso que hay días donde quiero tirar la toalla, poner todos mis libros gratis, dejar de producir nuevas historias y quitarme esa tortura mental que tengo a diario… Cerrar ese ciclo que se llama «Kassfinol»

Qué dilema, no me queda otra que seguir avanzado, y valorar mucho más esa idílica palabra al final de cada historia.

Sí, ese «FIN».


Si quieren dejar algún comentario, los leeré y responderé, como siempre. Y si quieren estar más cerquita, los invito a mi canal de Telegram, que también tiene un grupo donde puedes conversar conmigo:

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