Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 17

Capítulo 17 (Angineé)

—Despierta, fea mujer. ¡Vamos perra, despierta! ¿Qué? ¿Acaso piensas dormir por siempre? No eres tan linda para que te hagas pasar por la bella durmiente.

Abrí parcialmente mis ojos como pude, para darme cuenta que frente a mí estaba la demonio, sacudiéndome bruscamente. Me tenía agarrada por los hombros haciendo que mi cabeza se moviera como si se fuese a desprenderse del cuello. Iba y venía. Estaba demasiado débil como para mantenerla fija. Dala, me pegó dos cachetadas y con eso terminó bruscamente de despertarme.

¡Maldición, ahí viene de nuevo ese feo dolor!

—Tú sí que te desmayas, mujer, que bueno que me adelanté a esto hace unos días. ¿Te preguntarás qué hice? Bueno, logré bloquear los sueños que tenías con tu amado Lonhard, si no a estas alturas al despertar de tu segunda siesta, ya él estaría aquí. Menos mal que eso si funcionó, porque el que te metiera cosas en la cabeza para que actuaras como yo quería: ¡No sirvió! Te odio, ¿sabes? El que no cayeras bajo mi influencia me bajó de status en el infierno, muchos se burlaron de mí por tu culpa —sus palabras eran como ácido, estaba demasiado molesta. Al ver que no dije palabra alguna, me pegó otra cachetada.

Miré a mi alrededor, y me di cuenta que estábamos en otro lugar. En un acantilado; el viento soplaba fuertemente, me golpeaba el rostro mientras la humedad hacía arder mis heridas. Esto me tenía aún más incómoda. Me dolía excesivamente todo el cuerpo. Hice un movimiento mínimo, para terminar con un fuerte ataque de tos; no paré de toser hasta que empecé a vomitar sangre.

¡Oh, mi Dios! Si no aparece el ángel o Lonhard moriré desangrada —pensé. Por alguna razón no hacía más que pensar en ese ángel que había mencionado Dala.

Dala se me quedó mirando y a los segundos se burló:

 —Esto te va a doler —sin ningún esfuerzo, me lanzó por los aires para terminar tendida unos metros lejos de ella sobre el suelo, grité de dolor, caí boca abajo. Intenté levantarme, pero aún no podía mover las piernas. ¡Sí, era definitivo mis piernas estaban partidas! El profundo dolor que sentía, me hacía añorar desmayarme de nuevo para no sentirlo.

Agarré aire e intenté no pensar en el dolor. Unos minutos después me volví a concentrar en la demonio, la muy perra arrastraba mi auto nuevo al acantilado, lo hacía con tanta facilidad, el automóvil parecía que pesara el equivalente a una pluma.

En eso, notó que la miraba, sonrió guiñándome un ojo entonces me habló:

—Le haré pensar a tu amado Lonhard que tuviste un pequeño accidente, le daré a tus amigas un susto de muerte también y hazme un favor no me mires así, desgraciada, esto de verdad me cuesta. Tú sabes, hacer sufrir a mi Lonhard —soltó una carcajada— además, ¡Dame crédito! También me costó conseguir a otra desgraciada parecida a ti. A decir verdad, pasé una odisea para conseguirla, pero al final aquí esta —señaló hacia el auto.

—¿Qué? ¿Asesinaste a una mujer parecida a mí?… ¿sólo para atormentar a Lonhard? —al terminar de decir eso sentí un mareo, para terminar, vomitando sangre nuevamente. A estas alturas tenía mi rostro lleno de sangre y arena.

Esta mujer está completamente desquiciada.

—Pues claro, todo lo hice por la causa. Así que no me culpes ¡Listo! —diciéndome esto agarró mi cartera y la colocó al lado de la mujer. El carro estaba ya al borde del acantilado, a punto de caer.

—¡Oh, Dios en serio la va a arrojar! ¡No puede ser! —musité.

—No te desmayes, que aquí es donde viene lo bueno —me dijo sonriendo y levantó las manos hacia el cielo, como si así pudiera provocar que los ángeles la miraran.

Empecé a llorar. Pero el simple acto me hacía arder de adentro hacia afuera, todo era infinitamente doloroso en este punto.

Ella por su parte se dedicó a empujar el auto hacia el acantilado, cerré los ojos fuertemente, no quería ver lo que pasaría, en eso escuché un estruendo y una explosión, fue un eco espantoso. Dala, se reía sin parar. Estaba plena en maldad y felicidad.

Quise levantarme, pero fue en vano, mis piernas no se movían, no respondían, empecé a arrastrarme, pero en eso, Dala me volvió agarrar por el cabello y me susurró al oído:

 —No entiendo el por qué le gustas a él, tampoco entiendo por qué no se acostó contigo, pero algo sí sé, él quiere cuidarte y por eso morirá. Él es mío y tú sólo eres una fea e insípida mujer; es más, ni bella eres, eres una “X”. ¿Recuerdas? Así te decías a ti misma. Hay demonios que dañan la autoestima y quien te la dañaba a ti, es mi amiga. ¡Es que los planos y mundos son tan pequeños! —soltó otra carcajada—. Sabes, me divertía mucho con ella cuando me contaba todo lo que ella te susurraba al oído, su trabajo es lo máximo, nos divertimos mucho a costillas de ustedes, los idiotas humanos… y más de las sabelotodo como tú.

Mientras ella decía todo eso yo no podía dejar de llorar, estaba histérica; psicológicamente golpeada por toda esta situación.

—Cállate, deja de llorar, estás muerta para el mundo ¡Mira! —me gritó y su brazo apuntó hacia el acantilado.

Me haló fuertemente por un brazo, me abrazó y se desmaterializó conmigo en el fondo del acantilado, donde estaba el auto aún en llamas.

—Fíjate. Estás muerta y ahora eres toda mía —me haló hacia su cuerpo haciendo que mis piernas ardieran de dolor porque estaba de pie, dolían más que cuando estaba acostada sobre el suelo, pero a pesar de mi peso ella me sostenía sin ninguna molestia o esfuerzo.

Me miró sonriendo. Acercó su cara a mi rostro, inhaló con fuerza aire y suspiró. Entonces, terminó pasándome su lengua por la mejilla. Me dio tanto asco. Ella pareció notarlo soltando una carcajada, entonces con su dedo índice empezó a limpiarme la sangre que tenía en el cuello y se lo llevó a la boca saboreándola con sumo placer.

—Sangre virgen, son buenas para la brujería, antes de matarte te drenaré toda esa bonita sangre que tienes. ¡No te ilusiones! Sólo tu sangre es bonita, solo tu sangre tiene valor… ahora, tu piel sí que es horrenda.

En eso sentí un ahogo, al abrir mis ojos estábamos en otro lugar.

Nos volvimos a desmaterializar.

El lugar estaba oscuro, pero el olor era familiar, aparte sentía mucho dolor, hambre y muchísima sed. Dala, me dejó caer sobre el piso y con mis manos evité que mi cabeza rebotara contra el suelo.

—Mira desgraciada, aquí te quedarás, mientras te busco algo para que no te mueras, ni pienses que te dejaré morir tan rápido —su tono era divertido.

En eso encendió la luz, observé con detenimiento para saber dónde estaba; los muebles me eran conocidos, el lugar era hermoso. ¡Un momento!… ¿Qué coño, éste es el cuarto de Amelia? —pensé.

—¿Por qué estamos aquí? ¿Qué hacemos en casa de Amelia? —le pregunté casi inaudiblemente. Que Dios o alguien me ayuden, vomitaba demasiada sangre, mi lengua empezaba a ponerse pesada, ya ni la sentía, estaba a punto de desmayarme de nuevo.

—Nada. Aquí me alojo desde que tu amiga se fue a España, fue Lucifer, mi Rey, el que me dio las direcciones de todas, de ti y de tus dos amigas, para vigilarlas y divertirme con ustedes. Mi rey, no estaba al principio muy feliz de que gracias a ti… Lonhard, pudiera salir del infierno. Era uno de sus mejores demonios. Así que, bueno, ¡ni te seguiré explicando! Nada de eso te incumbe —Dala sonreía ampliamente mostrándome sus dientes a cada rato y prosiguió —Conozco a Amelia, por las fotos que ella tiene aquí. Y a la idiota de Sofía, no me le pude acercar, porque está protegida por su tía Alondra; por cierto, es muy conocida ampliamente en el infierno por ser amiga de Lucifer. Aunque… bueno, creo que esa amistad terminará pronto, porque cuando se enteré que rompí el conjuro protector que te puso, se dará cuenta que Lucifer también participó en eso y ahí morirá toda relación. Es que sólo a Alondra se le ocurre hacer tratos con Lucifer cuando sabe que él es un tramposo por excelencia.

—¿No te da miedo meterte en problemas con Lucifer por contribuir a que esa relación se rompa? —le pregunté cómo pude en susurros.

Esa pregunta había sido muy de psicóloga de mi parte, me asombraba el tener fuerza para estar analizándola en este momento, aunque necesitaba respuestas.

—No… no me da miedo, pues sé que eso le divierte a Lucifer, es cierto: él sólo me envió a vigilarte, pero bueno, yo decidí asesinarte ¿por qué? ¡Simple! ¡Lonhard, es mío y sólo mío! Aunque mirándolo a fondo, mi Rey me envió a este plano a propósito, porque él sabe que a mí me gusta romper las reglas. Con eso, él se lavará las manos, así siempre es él, le pondrá cualquier excusa barata a Alondra para que ella no se moleste y listo… todos quedaremos felices en el infierno —aquí empezó a caminar frente a mí con una mano en la cintura, se miró en el espejo para acomodarse su cabello. Al darse la vuelta terminó diciéndome—. Para concluir: si rompo las reglas y salgo ilesa subiré de puesto en el infierno y seré una demonio respetada —terminando de decirme eso, me guiñó el ojo y me dio otro escalofrió, de verdad esta mujer era demasiado malvada; la perversidad irradiaba de su cuerpo tan fácilmente que se podía palpar en el aire.

Era sofocante estar cerca de ella.

—En fin, muchachita estúpida, muchas explicaciones. Me largo de aquí, luego te sigo contando todo, tú sabes, para que vaya creciendo nuestra amistad, así me agarras cariño antes de la tortura —su tono fue muy dulce, pasó su mano por mi rostro quitándome el cabello de la cara.

Yo sólo la miré sin decir una sola palabra. Ella me miró a los ojos y me dio un beso en la frente diciéndome:

—Morirás lentamente Angi. Créeme, así será —acto seguido, desapareció ante mis ojos.

En cuanto estuve sola, empecé a llorar descontroladamente, jamás me había sentido tan asustada, con dolor, con rabia, como en estos momentos. De repente empecé a sentir un dolor incontrolable en mi estómago y pulmones.

Estoy muriendo —pensé toda desesperada.

—Shiii —escuché.

—¿Quién está ahí? —arrastré las palabras, me ahogaba con mi propia sangre.

—Shii… silencio no digas nada, morirás si sigues hablando —escuché, pero, además, me di cuenta que era la voz, más hermosa y tranquila que había escuchado alguna vez, de repente por mi mente pasó la palabra Ángel.

—¿Eres el Ángel que dice la demonio? —le pregunté y empecé a vomitar sangre.

—Sí, Angineé, lo soy, pero, por favor, no hables, tienes órganos dañados, no logré llegar a tiempo para cubrirte con mi cuerpo en el accidente que te provocó esa desdichada. Además, tampoco funcionó el animal que te atravesé en la carretera para que frenaras a medio camino y así lograr sacarte de ese vehículo. Concéntrate, si sigues llorando tus pulmones colapsaran, haz silencio por amor a nuestro Dios.

Al enterarme de eso, noté mientras hablaba que su tono de voz era de angustia y preocupación.

En un momento comencé a percibir el mar, toda la habitación se llenó de ese delicioso aroma, sentí algo muy frío en mi espalda y poco a poco, empecé a sentir que mi dolor se quitaba, ya el respirar no dolía tanto como antes.

—Gracias, por lo que estás haciendo. Pero dime ¿Por qué haces todo esto?

Él me respondió, de una forma muy extraña como en trance, sentí que no hablaba.

—Porque fuiste engañada. Porque la justicia divina existe; porque soy un ángel enviado para ti —sí sentí que era su voz la que me hablaba a pesar de que no articuló palabra.

—¿Pero y Lonhard?

En eso creo que logré oír el sonido de una pequeña risa, corta pero expresiva.

—Sí, Angineé, él es para ti, no me refería a que yo venía aquí en plan romántico, sino en plan de la salud, mira cómo te ha puesto esa desdichada mujer.

—Entiendo —murmuré avergonzada de que en estos momentos pensara en que prefería a Lonhard que a un mismísimo Ángel.

En eso el ángel hasta ahora desconocido para mí, se colocó frente a mí y logré verlo. Era tan hermoso como Lonhard, pero menos amenazante, con rasgos finos, sus ojos eran de un azul oscuro que jamás había visto en algún otro lugar, su cabello era amarillo claro como el color del sol, su nariz delicada y su quijada fina, la piel blanca; la más blanca que alguna vez haya visto, él parecía que jamás hubiese conocido el sol, era realmente hermoso.

Pero me fijé en algo, no emitía luz, parecía un hombre normal, y me di cuenta que ese olor a mar pertenecía a él, el olor era sanador, divino, entonces vi todo negro.

Perdiendo de nuevo la conciencia.

Cuando desperté estaba sola, pero ya no me dolía un solo órgano del cuerpo, sólo no sentía las piernas, me había curado completamente.

—¡Dios mío, gracias! El Ángel me había salvado la vida.

Ahora tenía que ver cómo salía de aquí antes de que esa perra regresara. Estaba segura que esta nueva oportunidad que me habían dado, en manos de Dala se desperdiciaría.

Kassfinol

Escritora de novelas románticas paranormales y libros de terror

Si quieres tener este libro en papel o kindle puedes conseguirlo en:

Si este capítulo te gustó, por favor comparte para que más lectores puedan conocer esta historia ¡Te lo agradezco!