Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 9

Capítulo 9 (Lonhard)

¡Maldición! ¡Mil y una maldiciones! Encontrarme con Angineé fue más traumático de lo que me imaginé. Sólo quería salir corriendo, lejos de ella. Debí sacar fuerzas de donde no tenía para no verme como un estúpido, para no mostrarle lo que sentía.

Fue doloroso respirar por primera vez. En los sueños podía manejar sus pensamientos para que ella sólo viera lo que yo le quería mostrar. Pero olerla frente a mí en esta realidad fue como sentir por primera vez. La sensación es mejor de lo que recuerdo cuando era un simple humano: quería devorarla en ese mismo instante. Es hermosa, algo arrogante y hasta con clase. Pude percibir varias veces su molestia cuando conversábamos. Tiene una personalidad muy volátil, pero me demostró que no me tiene miedo, eso fue lo que me encantó.

Esa voz era como si me hipnotizara, no podía apartar los ojos de ella.

—Te has convertido en un sentimental, Lonhard —me regañé en voz baja, apretando la mandíbula con fuerza.

En el averno fui un demonio respetado, un torturador, con miles de súbditos, con mujeres que se sometían a cualquier tortura sólo para poder estar cerca de mí.

—¡Mírate ahora, Lonhard pensando en una simple mortal! Pasando por todo esto— me critiqué en voz alta.

Debería seguir dándole honor al maravilloso nombre que me colocó Lucifer. Lonhard: el que es fuerte y audaz. Parezco un adolescente vulgar, expuesto a los más viles sentimientos humanos, una vergüenza que mancha el nombre que pregono.

Con cien años en el infierno tenía todo: mi jerarquía, el respeto de las condenadas almas y la admiración del propio Lucifer. No es que sea un desgraciado, simplemente me amoldo al escenario. Siempre lo he hecho y el infierno no sería la excepción.

A pesar de que un demonio cualquiera debía pasar por más de seiscientos años terrenales para llegar a mi nivel, mi valentía e inteligencia me hicieron ganar el puesto del que me sacaron a patadas.

Para tenerlo no hice mucho, sólo asesinar a quien fuera la mano derecha de Lucifer y dejarlo de nuevo en el más bajo de los rangos— recordé airadamente mirándome al espejo. Estaba en un hotel de lujo, era excitante recordar esa pelea. De repente me levanté frente al espejo mirando mis ojos violetas e inmediatamente dejé de sonreír. Luego, llegaron los recuerdos de hace un poco más de cuatrocientos años.

***

—Vamos, Lonhard, levántate del maldito suelo. ¿Acaso crees que estas son horas de descanso? —me exigió Damon, el hijo de puta que ahora es el brazo derecho de Lucifer. Casi dos metros y medio de músculos, negro y una personalidad de los mil demonios.

—Me caes de la patada —susurré

—¿Qué dijiste? —preguntó caminando hacia mí.

—¡Nada! Qué hace demasiado calor aquí —mentí con ironía y sonriendo, acción que hizo que sus cuernos crecieran y sus ojos se cambiaran de color, se tornaron completamente negros. Era un hecho que me odiaba con todas sus fuerzas. Lamentable por él porque el sentimiento era mutuo.

—Muévete de una buena vez, no me importaría arrancarte la cabeza, aquí mismo.

Me levanté de golpe y me puse cara a cara frente a él.

—Inténtalo, infeliz. Ya me tienes hasta los cojones. Ordenas demasiado y yo no sé obedecer, no nací ese día. Déjame descansar, existen muchas almas a las cuales joderles la existencia.

—Al parecer tú moriste para esto y yo para hostigarte… ¡No veo el por qué no hacerlo!

Jamás me gustó que criticaran o hablaran de los porqués de mí muerte y el muy desgraciado se atrevía hacerlo. Escuchar el estúpido comentario de su boca provocó que se me calentara la sangre. Damon, al ver que mis cuernos y ojos cambiaban, se puso en posición para atacarme, pero no le di oportunidad. Lo golpeé con todas mis fuerzas enviándolo cerca de un pequeño lago de azufre.

Él se levantó, desmaterializándose y me golpeó enviándome por los aires, haciendo que rebotara contra una pared.

—¡Hijo de puta! ¡Yo no puedo desmaterializarme aquí! Juega limpio —le exigí levantándome y tomando mis previsiones, pues sabía que me volvería a atacar.

—¿Jugar limpio? —soltó una carcajada— No soy humano, ¿lo olvidas? Tengo más de mil años siendo quien soy y jugar limpio es lo que menos me interesa.

¿Mil años? ¡Este no es como Lucifer! ¿Es un demonio como yo? Con rango. Y yo que pensé que era un demonio de otro nivel, superior a mí, mejor que cualquiera de nosotros —pensé.

—¿Por qué tan callado, humano? ¡No me digas que empezarás a llorar por tu hermanita!

Desgraciado ¿Mencionó a mi hermana? ¡Eres un demonio muerto! —pensé

—Ahora qué ¿No me hablarás? —me preguntó con ironía, mientras yo permanecía callado esperando a que me atacara.

—Mejor deja de hablar y terminemos con esto, empiezas a aburrirme —lo provoqué. No había terminado de decir la oración cuando él se desmaterializó de nuevo, golpeándome en el rostro y estómago. Sentí tanta rabia, que lo siguiente que hice, lo hice en cinco segundos.

Lo golpeé dejándolo atontado y llevé su mano contra su propia espada; no recuerdo como le quité su arma. Sus gritos se escucharon por todo el infierno y su estado de desesperación por el dolor impidió que se volviera a desmaterializar.

—No sé a dónde nos llevará esto, pero considérate exterminado. Por cierto, nadie invoca a mi hermana —le grité mientras cortaba su cabeza y lo asesinaba frente a unos cuantos demonios que acababan de llegar.

Desde ese día gané aún más respeto entre los demonios y en consecuencia me dieron su gran trabajo.

***

De regreso a la realidad sentí un extraño sentimiento de culpa, pero que no me molestaría en saber los por qué.

 ¿En qué estaba? ¡Ah, sí! Mi trabajo consistía en indicar a dónde iría cada alma humana, considerando que eran miles las que entraban a diario. También indicaba el modo de tortura y los martirios a los cuales serían expuestas esas almas.

 Sufrí de mucha envidia en ese lugar.

—¿Y qué esperabas? ¿Qué te alabaran por ser el mejor entre los mejores? —solté una carcajada—. Estoy empezando a hablar demasiado conmigo mismo, esta soledad empieza a afectarme —terminé susurrando.

Aunque para ser sincero otras veces también fui víctima en ese lugar. Ataques frustrados hacia mí y planes para ser asesinado a sangre fría, todos fracasaron ya que siempre fui el mejor entre mis desleales compañeros.

En el infierno podías morir una, dos o cien mil veces, acción que te hacía empezar de nuevo en rango. Pasar por los mismos sufrimientos y perder tus beneficios otorgados con los años, era como si recién llegaras al lugar. Créanme, más de uno quería verme muerto para quedarse con mi puesto y ganar reputación.

Pero siempre fui astuto, estaba siempre un paso delante de los desgraciados que querían joderme.

—O tres pasos, a decir verdad. Muchos no se atrevían a dirigirme la palabra siquiera por el terror que les causaba —solté una carcajada al recordar como tartamudeaban ante mí.

Jamás conocí a nadie que me retara o me hiciera sentirme amenazado. Nunca temí perder favoritismo del que gozaba porque Lucifer me tuvo en mayor estima después de que asesinara a su mano derecha y ni hablar de mi popularidad entre las almas humanas recién ingresadas que, a decir verdad, después de cien años perdían toda humanidad y se convertían en otros demonios.

—Concéntrate, Lonhard, y piensa en lo que de verdad te importa —me critiqué en voz alta pasándome una mano por el cabello.

En mi encuentro con Angineé debí salir de ahí corriendo a los pocos minutos como un estúpido humano cobarde. Sentí una presencia, no sé qué era exactamente, pero fue extraña, estoy seguro de que no era buena. Me preocupaba el hecho de que me atacaran frente a esas personas o de que asesinaran a la joven sin tener seguridad de si debía matarla o no.

Tampoco deseo regresar al infierno para empezar de cero por la muerte de esa jovencita. Ya sabía yo que no debía cortarme los cuernos ya que estos son como receptores que me alertan del acecho de algún demonio o enemigo. Deshacerme de los cuernos me hizo débil.

—¡Ah, mierda! La estoy cagando. No debería volver a exponerme así —me recriminé en voz alta.

Además, con esa mujer cerca de mí sufro como la mierda. No sé, por qué, pero me duele mentirle. Es como si fuera el mismo idiota de antes, como cuando era un simple humano, como esa persona que jamás le gustaba mentirle a los demás. Detesto todo esto y lo peor es que estoy así desde que me devolvieron a la tierra ¡Oh, mierda, tener estos sentimientos tan humanos es desconcertante!

No sé, me siento demasiado incómodo. Podría jurar que me dolió el corazón, el pecho, tuve sensaciones muy extrañas cuando la tenía cerca. Ella despierta cosas en mí que no logro precisar. Cuando escuché esas risas detrás quise protegerla, por eso preferí largarme de allí de una sola vez. Al mismo tiempo, Angineé preguntándome si era rico y yo sin poder mentirle —como Lucifer manda—. Terminé confundiéndome todo; la verdad es que desmaterializarse fue lo mejor.

Solté una carcajada.

Con toda esa improvisada conversación me di cuenta de que puedo oler, respirar y no solo percibir el olor de ella. Pero cuando estoy lejos, como en estos momentos, me siento un alma en pena; esos que mueren quedándose en la tierra y que no terminan de subir al cielo, ni bajan al infierno. Creo que esta carta dice la verdad, aunque, por lo que veo, el efecto sólo dura mientras que estoy cerca de ella… esta situación debo solucionarla.

Tengo que buscar la forma de conversar con una persona que pueda abrirme una puerta al infierno o que sepa lo que significa esta carta. Necesito a alguien que conozca al mismísimo Lucifer, quizá hasta mejor que yo y que sepa interpretar estas líneas.

—¿Pero qué mierda digo? ¿Alguien aquí en la tierra? ¡Alguien en la superficie que conozca a Lucifer! Es casi imposible. Tendré que volver al infierno —acepté resignado, mientras salía de la habitación.

Kassfinol

Escritora de novelas románticas paranormales y libros de terror

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