Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 4

Capítulo 4 (Angineé)

Seis semanas atrás.

—¿Amelia podrías apurarte? Llegaremos tarde, ya Sofía debe estar por llegar en cualquier momento.

—Voy, Angi. Dime ¿Cómo me veo? —mientras Amelia me preguntaba, se paseaba desfilando frente a mí con su fiel tacón de catorce centímetros —exagero—, de esos que no crecen más, y una mini falda.

—Estupenda.

¿Cómo no verse estupenda si es una morena como todas las morenas? Trasero grande, caderas grandes, senos grandes. ¡Por Dios! Todo grande —empecé a reírme para mis adentros, por mis tontos pensamientos.

Llegué a la conclusión de que, respecto al asunto de la herencia genética, todo lo grande se lo quedaron las condenadas morenas. ¿Será envidia? ¡No! Digamos que envidia de la buena como dicen mis pacientes, eso que quieres tener, pero que es imposible ¡Resígnate no lo tendrás! —Condenados pacientes pesimistas—, sonreí mientras divagaba.

Ok, está bien. Es envidia con resignación incluida ¡Lo acepto!

Amelia entra en nuestro club de mujeres buscando novio. Ha tenido tanta mala suerte que ha podido lograr tener varios hombres a disposición, pero terminan yéndose, así como llegan, súper rápido.

—¡Será que aterrizas mujer! Y así nos terminamos de ir —Amelia reclamaba mi atención con las manos en las caderas y su singular pose de diva: mírenme, estoy buena.

—Sí, tranquila. Aquí estoy, vamos bajando —mientras caminábamos hacia el estacionamiento, aún iba sonriendo, siempre disfruté de la compañía de Amelia, nos llevábamos muy bien. No era como Sofía porque la mayoría de las veces discutíamos tontamente por todo, la condenada era demasiado liberal y fiestera.

Estando en el estacionamiento veo que la siempre impuntual Sofía no había llegado aún.

—Ésta condenada —me quejé para que Amelia me escuchara—. Siempre es lo mismo, nos apura y luego la muy desgraciada llega tarde.

De repente me dio un ataque de ansias y de la nada empecé a sentir que algo iba mal, que todo esto era una mala idea.

—Amelia, deberíamos dejar todo esto así, y solo limitarnos a sonreírle a hombres guapos que nos pasen por delante y ya, sencillo. No deberíamos ir a ver a esa mujer, tengo un mal presentimiento, no sé, ¿qué pienses tú?

—Angi, por favor, deja el estrés ¿Qué nos puede pasar? Esa vidente sólo nos dirá el futuro, si tendremos novio y ya ¿Por qué el miedo? Deja la ansiedad. Pareces paranoica.

—Bueno, porque hasta donde sé las videntes son adivinas o algo así, ¿y sí te dice que tu novio será, por ejemplo, mi aburrido primo o un delincuente violador? —solté una carcajada.

—Muy graciosa Angi. Además, ¡Hello! Tu primo es pasado para mí —Amelia tenía mala cara, jamás le gustaba que sacaran a sus exparejas a relucir en una conversación.

—Ah, sí, lo olvidé, disculpa.

Es que han sido unos cuantos.

—¿Y si nos dice que moriremos solteronas, o que no tendremos novios porque moriremos en un accidente? —mi argumento era estúpido, pero me encantaba llamar su atención.

—¡Dios mío, Angineé! Iremos a ver una vidente, no estamos protagonizando la película Destino Final —Amelia soltó una carcajada—. Cuidado Angi, ¿Y si al salir de ese lugar nos tomamos una foto debajo de un árbol y el maldito árbol nos cae encima y nos mata? —terminó diciendo Amelia a punto de desmayarse de la risa.

—¡Bien! No insistiré más.

Tengo que controlar mis miedos y rabietas, eso es lo que me hace tan única. A pesar de mis estudios, todos dicen que estoy loca, que los estudios me consumieron, por eso los hombres guapos, jóvenes e inteligentes psicólogos como yo, no se fijaban, ni se acercaban a mí, jamás.

—Mira, ahí viene Sofí —Amelia pronunció las palabras y de esta forma me sacó de mis pensamientos, mientras me sostenía del brazo para caminar un poco y quedar más cerca del auto.

No podía dejar de mirar el hermoso mustang shelby, dos mil diez, rojo ¡Pura potencia! Súper especial se veía ese auto bajo el trasero de Sofí ¿o al revés? Bueno, da igual, a la condenada de Sofí nada le quedaba mal.

—Hola, Sofí —dijimos al mismo tiempo Ame y yo.

—Hola, hola, bellas damas —respondió Sofí— ¿Listas para saber que nos deparará nuestro magnífico futuro?

—Sí, claro —contesté con ironía mientras que Ame se encogía de hombros al ver mi reacción e ignorando mi odiosidad, le respondió:

—Claro, Sofí, espero que esa vidente que encontraste en el periódico sea tan buena como decía el artículo, que por cierto jamás vimos.

—¡Es la mejor del país! —afirmó Sofí, muy orgullosa—. Además, ¿para qué ver el artículo? Con lo que leí es más que suficiente, ¿o acaso no confían en mí?

—Sí, claro que confiamos en ti, tontica abogada del diablo —dijo Amelia sonriéndole ampliamente.

Sofía soltó una carcajada.

—¡Ni que existieran muchas videntes! —repliqué con mala cara ignorando el anterior chiste.

—¡Ay, no empieces con tus tonterías Angi! Si no creías en esto te hubieses quedado, deja de ser aguafiestas —me asombré por su mala respuesta, entonces le pregunté:

—Ay, por favor ¿De cuándo acá te duele tanto una extraña?

—No es tu asunto— me dijo—. Entonces encendió el auto a toda velocidad y lo peor de todo fue que no dijo ni una sola palabra gran parte del camino.

Tenía que admitirlo. A Sofí muy rara vez se le ve de mal humor y jamás deja que alguien le arruine el día. Aunque, a decir verdad, ella siempre gana y cuando no es así al final busca como tener la razón, no sé cómo lo hace, supongo que, por sus estudios de derecho y esos juicios ganados, todo eso debe ejercer alguna influencia en la forma en que maneja su vida y su personalidad.

—¿A dónde nos llevas, Sofí? —preguntó Ame, algo extrañada y como desubicada mirando a los lados. Yo ni me molesté en analizar el porqué de esa pregunta ya que estaba muy entretenida viendo los árboles y eso me relajaba. Pero sí me extrañó ver la carretera de arena que había tomado Sofí.

—Te llevo a un magnífico Centro Comercial —Sofía soltó una larga carcajada— ¿A dónde más, tonta? Te llevo hacia la vidente, esta es la dirección que dice el anuncio del periódico —Sofí estaba muerta de la risa.

—Gracias por el sarcasmo Sofí. Pero en serio, ¿es aquí? Este lugar es más tenebroso que un cementerio —Amelia miraba de un lado a otro, estaba claro que no conocía esta parte del pueblo.

—Corrección, la casa de mi abuela era más horrible —articuló Sofí y logré leerle los labios, pero quería estar segura de lo que había expresado.

—¿Cómo? —pregunté.

—Nada, no seas curiosa Angi, y tengan calma mis amigas, no sé preocupen estamos a salvo, tenemos el auto ¿no? Y si pasa algo sólo debemos correr al auto y salir volando a toda velocidad de allí —estaba claro, que Sofí estaba burlándose de Amelia y de mí.

—Sí, gracias por tu sugerencia, eso me deja más tranquila —protesté con mala cara.

Mientras le decía eso Sofí aparcó el automóvil como perro por su casa, en el garaje de la vidente. Amelia y yo miramos la acción con cara de ¿Qué te ocurre? ¡Esta no es tu casa!

Claro Sofí solo se molestó en decir:

—¡Tranquilas! llamé antes de venir, la vidente estuvo de acuerdo en que dejara el automóvil en el garaje pues ella está al tanto de lo mucho que amo a mi hermoso auto. ¡Ya saben, es adivina! Por cierto, también propuso que entráramos por el frente, que ella dejaría abierta la puerta.

Mientras nos bajábamos del auto, Amelia miraba al igual que yo, nuestro feo alrededor.

—¡Qué hospitalidad! —exclamé con ironía en voz alta para que me escucharan.

Sofía ignoró mi comentario entre tanto Amelia seguía muy concentrada mirando extrañada el entorno.

—Bien, perfecto —articulé en voz baja.

Caminamos juntas hasta el frente de la casa y fue entonces cuando observé el espantoso jardín, bastante descuidado, abundante en flores secas y animales desagradables. Seguidamente nos dispusimos a entrar a la casa, era un hecho que, a pesar de estar adentrado en un hermoso bosque, este jardín desentonaba con el paisaje.

¡Por Dios! Todo dentro de la casa era en tonos violetas y negro, incluyendo las paredes y cortinas. Entendí que aquella mujer, sea quien fuese, en efecto tenía el don de la clarividencia, pero no el del buen gusto. La decoración era horrenda, eso me llevó rápidamente a preguntarme ¿qué será más feo el jardín o la sala? Difícil la respuesta.

Se percibía un aroma súper extraño, haciendo que mi fatiga aumentara a cada momento. Era incienso, juraría que era olor a sándalo con azufre ¡Qué sé yo! Lo más raro de todo fue que empecé a sentirme inquieta y tranquila a la vez, sentía como si me halaran a los dos extremos. ¿Ataque de bipolaridad o paranoia?

—Amelia, Sofía, ¿sienten eso? —susurré para ser discreta, pero para que también pudieran escucharme.

Ambas dijeron al mismo tiempo:

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué sientes?

—No sé, amigas, me sentía intranquila y de repente me siento relajada —aclaré.

—Bueno, sinceramente yo también me siento muy relajada —Sofía parecía estar en casa, claramente se veía tranquila.

—Si me lo pones así, Angi, yo me siento muy intranquila, digamos que nerviosa. ¡Quiero salir de aquí, ya mismo! —respondió Ame mirando hacia los lados.

—¡Ay, por favor! Ya estamos aquí. ¿No? No nos largaremos hasta saber quién será mi maridito fiel —Sofía creía que yo no me estaba dando cuenta, pero nos exigía de forma subliminal que no nos moviéramos.

Está bien, ¡qué me jodan! Ya me dio curiosidad. De todas formas, ya estamos aquí.

—Bien, Sofía eso mismo haremos, no nos iremos de aquí —por mi parte, literalmente arrastraba a Amelia por un brazo porque la muy cobarde ya había dado media vuelta y se dirigía a la puerta.

—Buenas noches, hermosas señoritas —dijo una mujer detrás de mí, al mismo tiempo que le insistía a Amelia que se quedara dentro de la casa.

—Cuando me di la vuelta me asombré por lo que vi. Frente a nosotras había una hermosa mujer, simplemente hermosa. Parecía tener unos pocos años más que nosotras, veintiséis o veintisiete; de ahí no pasaba. Se veía muy delicada, de rasgos finos y el cabello más negro que jamás hubiera visto.

—Buenas noches —dijimos las tres.

—Pueden sentarse —dijo la mujer, señalando un gran sofá donde pudimos sentarnos las tres cómodamente.

Quedábamos las tres frente a ella. Permanecimos en silencio, pero pasados unos segundos la mujer nos habló:

—Mi nombre es Alondra. Es un enorme placer para mí tenerlas esta noche en mi hogar. Seré breve porque sé que algunas de ustedes no creen en mí. Tengo que decirles que son hermosas las tres, es insólito que recurran a mí para llegar a eso que tanto desean. Pero les diré algo: una vez que sepan su futuro no podrán alejarse de él o hacer algo para evitar lo inevitable. No soy un fraude, les daré lo que piden, pero ese será el precio ¿Lo aceptan sí o no?

—Sí —dijo Sofía muy valientemente y convencida.

 Desgraciada jamás piensa lo que dice —pensé incómoda— ¿Qué podría decirme que no pudiera manejar? Así que terminé contestando un poco menos decidida que Sofí:

—Sí, está bien. Yo también acepto.

—No, todo esto me parece una mala idea muchachas —opinó Ame en susurros acercándose a mí. Solo la miré y no pude responderle nada porque ya para ese momento Sofí decía en voz alta y por supuesto igual de segura y sonriente como siempre:

—¡Ay, ya! Por favor, tranquilícense, gallinas. Sólo nos dirá quiénes serán nuestros novios, no el día en que moriremos.

La vidente no esperó a que Amelia le respondiera y terminó anunciándonos:

—Empecemos. Por favor, levántense del sofá y siéntense sobre el suelo.

En eso, la señora Alondra o señorita Alondra —ni idea de su condición—, se sentó frente a nosotras y empezó una plegaria que por cierto jamás entendí ya que no logré identificar el idioma. Se escuchaba muy extraño, comenzó hablando, pero al cabo de unos minutos ya estaba cantando, luego empezó a moverse a los lados mientras subía y bajaba las manos. Todo era demasiado extraño y hasta se veía un poco ridícula.

—Definitivamente esta mujer está desquiciada —me comentó Amelia al oído.

En eso Sofí dijo:

—¿Qué pasa? Hagan silencio.

Ame y yo terminamos callándonos y continuamos observando a la mujer, que tenía los ojos cerrados y su cuerpo se veía como en trance.

Unos minutos después, de la nada, Alondra se calló súbitamente, abriendo sus ojos y de lo rápido que lo hizo, créanme fue muy rápido, provocó que Amelia brincara a mi lado. La miré y estaba blanca del susto. Debo admitir que también me asusté bastante, sentí como si me hubieran arrastrado a la realidad, supongo que me concentré mucho en su extraño canto y movimientos.

—¡Son unas cobardes! —afirmó Sofí para sí misma, ocultando su cara pues estaba muerta de la risa.

Dejé de observar la estúpida cara de Sofía cuando Alondra empezó a decir:

—Pronto de las profundidades desterraran a tu gran amor, y él sólo vivirá por ti y para ti —y que Dios me ayude, esa no era su voz.

—¿Cómo? ¿Qué dices? —preguntó Sofía.

—Caerá de lo más alto un hombre puro y no sabrás qué hacer. Pero siempre estarán juntos, aunque el mal esté cerca, él morirá por ti —continuó diciendo Alondra, quien no pareció escuchar las preguntas de Sofía.

Maldición, no respondió lo que le preguntó Sofía, y esa definitivamente no fue ni su voz, ni la voz que utilizó la última vez— pensé aterrada.

—No entiendo nada —exclamó Amelia algo fuerte, como para llamar la atención de Alondra.

—Y tu hombre camina entre sombras, cambiando, sin rumbo y te ahogará de amor y podrás llevarlo a la luz o hundirte con él en la miseria —esta vez la voz de Alondra sonó como la habitual.

Perfecto —pensé, sinceramente no quería ni mencionar una palabra, esta mujer está completamente loca y veo que no nos dirá nada que entendamos o que sea de nuestro interés.

—Vamos, larguémonos de aquí —le insistió Ame a Sofí. Esta vez Amelia estaba muy decidida a salir del lugar con o sin Sofía.

Sofí, embobada, no quería moverse, estaba en otro mundo. ¿Será que analizaba lo que le dijo la súper vidente? Pero el codazo que le propiné la hizo reaccionar.

—¡Nos largamos ya! Esta mujer está loca —le grité a Sofí.

En eso sentí una mirada muy pesada detrás de mí y al girar vi que Alondra me miraba con mala cara, en cuanto tuvo mi atención nos dijo:

—Locas podrán volverse vosotras pronto si no prosperan en su futuro y si sus hombres no las aman en el tiempo previsto —de repente me recorrió un escalofrió por todo el cuerpo.

Giré a la puerta a toda velocidad para ver que Amelia estaba en el jardín, así que arrastré conmigo a Sofí, parecía que la muy estúpida no quería moverse.

La halé, pero terminé adelantándome hacía la puerta. En eso escuché que Sofí decía detrás de mí:

—Discúlpalas son muy escépticas, no creen en nada, no te volveremos a incomodar.

—¿Incomodar? —le grité a Sofí— Esta mujer dijo loqueras y tú te disculpas. ¡Larguémonos ya de aquí o yo misma tomaré el automóvil y te dejaré aquí con ella, si es que tanto te importa! Ya sabes, por el asunto de la incomodidad —esto último lo dije en tono ácido y a la vez burlón.

Eso fue lo último que se conversó dentro de esa casa. Ya de vuelta a la mía me di cuenta de que Sofí estaba bastante molesta, Amelia estaba en total silencio y aún estaba gris del susto. Tengo que admitir que su cara me daba ganas de reír, ella es súper distinta. Un día parece muy decidida y al otro es todo lo contrario, creo que está cerca de volverse bipolar. Claro, no en términos médicos, pero sí de chiste.

Sin darme cuenta estaba sonriendo y entonces Sofía mirándome me preguntó:

—¿De qué te ríes?

—De nada —le contesté rápidamente.

—¡Ah, sí! Dime ¿Qué fue todo eso? Fuimos a esa vidente sólo a perder el tiempo, ya que por andar de gallinas no nos quedamos para saber qué significaba todo eso que nos dijo —mientras Sofí nos reprochaba todo eso, empezaron a cambiar sus facciones, definitivamente estaba cerca de hundirse en un ataque de ira, al punto de verse claramente cómo su rostro se enrojecía en nuestras narices.

Ame, al fin habló aclarándole:

—No sé para que fuimos allá, tengo un mal presentimiento de todo esto. Además, Sofía ¿para qué quedarnos? Esa mujer sólo nos dijo cosas sin sentido y tengo que admitir que me asustó a muerte.

Sofía se limitó a mirarla, poniendo sus ojos en blanco, haciendo una mueca y un sonido de fastidio con la boca. Unos segundos después le respondió a Amelia en tono burlón:

—¡Ay, discúlpame mujer maravilla que nada le asusta!, hasta donde sé tú eres la más difícil de asustar o intimidar de las tres… ¡Ah, sí, no me acordaba! Eres bipolar, un día eres segura y al otro una estúpida cobarde.

—¡Cállate! —le gritó Amelia molesta— No estoy jugando, yo no sentí nada bueno al entrar a esa horrible casa, esa mujer no es ninguna vidente estoy segura que es una maldita bruja, que son dos cosas muy distintas —prosiguió Ame bastante alterada.

Mientras la miraba discutir me tranquilicé un poco y me pareció raro que Amelia percibiera eso. Para calmar la tensión intervine:

—Amelia, no exageres, yo no vi a Alondra verde, ni con verrugas en su rostro o con un sombrero puntiagudo. Ah, por cierto, tampoco vi por ningún lado una escoba voladora —eso rompió la tensión y las tres reventamos de la risa.

Sofí casi se desmaya de la risa detrás del volante, la muy imprudente, por mirar hacia atrás donde estaba Amelia burlándose de mi chiste casi hace que nos topáramos aparentemente, con un hombre. El automóvil se tambaleó bruscamente sacándonos del arenoso camino del bosque, pero rápidamente Sofí tomó el control del automóvil y seguimos el camino.

—¡Oye! —grité— ¿Qué fue eso?

—No sé, no tengo idea, salió de la nada, era un hombre. No lo vi en ningún momento —Sofí suspiró audiblemente, pasándose una mano por el rostro.

—Tienes razón —Afirmó Ame, cuyo rostro estaba aún más blanco que la última vez que lo había visto. Pobre, hoy había pasado más de un susto—. Vengo pendiente del camino y de repente, de la nada, apareció ese hombre frente al auto, por eso casi lo atropellamos, pero esta vez no fue toda la culpa de la imprudente de Sofía.

—¡Gracias por lo que me toca Amelia! —contestó Sofía en tono burlón un poco más relajada, entonces terminó diciéndonos— Tranquilas, eso fue porque veníamos entretenidas riéndonos, al final no pasó nada, el hombre sigue vivo ¿Verdad? ¿O terminé atropellándolo con el automóvil? No, ¿verdad? Así que no hay problemas, sólo fue un susto, sigamos con nuestras maravillosas vidas.

Sofía siempre sarcástica. Definitivamente jamás cambiará.

—Vamos Sofí, apúrate, ya es tarde y tengo que trabajar mañana temprano. Ya tengo sueño —dije tratando como siempre de mejorar la situación.

—¡Cómo tú ordenes! —me respondió.

En eso puso su hermosa nave a más de ciento sesenta kilómetros por hora, logrando así que llegáramos súper rápido al lugar donde nos reunimos para ir a ver a la vidente, en el estacionamiento del edificio de mi apartamento.

Kassfinol

Escritora de novelas románticas paranormales y libros de terror

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