Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 6

Capítulo 6 (Angineé)

Necesito bañarme. Esta situación es de lo peor, cómo quisiera que todo esto fuese un mal sueño.

—Mejor deja de pensar, Angi —susurré.

Ni hables de los sueños, soñar todos los días de la semana que alguien me observa siempre, me pone muy nerviosa. Y pensar que creí que sólo eran cosas mías, ahora resulta que todo es obra de la maravillosa bruja.

¡Ay! Anhelo mi baño ¡Sí, mi baño! Es mi lugar favorito de todo mi apartamento, allí siempre me relajo. ¡Es divino! Así me olvido de todas las preocupaciones mientras me sumerjo en el agua caliente o de cabeza en la ducha —divago acerca de todo esto mientras me desnudo y empiezo a llenar la bañera.

Normalmente cuando me quiero desconectar del mundo me sumerjo en la bañera, me coloco los audífonos y me concentro en la música para no pensar en nada, así que no veo por qué no hacerlo en estos momentos.

Metí uno a uno mis pies en el agua tibia y me senté en la bañera llena de agua. Cerré mis ojos y dispersé cualquier pensamiento que llegara en ese momento a la cabeza.

***

¡Qué vestido tan hermoso elegí para esta conferencia! —pensé mirándome y sonriendo.

Hace demasiado frío para esta época del año. El frío golpeaba mi rostro y a pesar de que mi vestido es un poco largo empecé a sentir la baja temperatura en cada parte de mi cuerpo.

—Debí decirle a Sofía que me llevara a la conferencia en su automóvil, caminar con estos tacones es terrible. Lo otro es que ya es demasiado tarde, debí salir un poco más temprano para convencer a Amelia que me acompañara —susurré.

Me quejaba por mi mala decisión de caminar a medida que avanzaba por la carretera.

Un sonido imprevisto me sorprendió. ¿Qué fue eso? —pensé. Miré a los lados y no logré ver nada a lo largo de toda la calle, estaba completamente despejada.

—¡Estúpidos animales! —dije en voz alta, por segundos sentí miedo.

—¡Señorita!

Me tomó alguien por el brazo y me tiraron hacia atrás. Terminé aprisionada, pegada a un cuerpo robusto. Sólo lograba ver su pecho. Levanté la vista para ver si reconocía a mi agresor y sin dudarlo mucho grité con todas mis fuerzas:

—¡Suéltame!

—¡Espera! ¡Espera! No grites, mujer. Ésta es la única forma que tengo para verte. Por fin te encontré —me contestó.

Pero estaba aterrada y continué gritando:

 —¡Suéltame! ¡Suéltame! —repetí varias veces hasta que comencé a sentir que se me acababa el aire y me ahogaba cada vez más y más.

***

—¡Maldición! —fue lo que alcancé a decir mientras salía del agua. Bueno, mientras sacaba la cabeza del agua.

 ¿Me quedé dormida en la bañera?

—Excelente —me quejé— ¡Volví a soñar! Pero esta vez fue distinto. A decir verdad, fue totalmente diferente. Todo lo viví como si estuviera sucediendo, demasiado real.

Intentaba respirar para calmar mi ritmo cardíaco, la voz me salía entrecortada. Estaba hiperventilando.

Una vez relajada salí de la bañera, me cubrí con la toalla y mientras buscaba la ropa que me pondría, comencé a pensar que casi me ahogo estúpidamente por quedarme dormida en la bañera. ¡Por Dios! Sí que soy descuidada. A decir verdad, estoy muy cansada, pude haberme ahogado.

Escuché un extraño sonido, viré con rapidez y no vi nada.

—Bien. Ahora estoy paranoica —murmuré, con el corazón de nuevo a mil—. Por Dios, estoy en mi baño. ¿Qué puede pasarme? Y ahora que recuerdo, Sofía está en la sala.

—Sofí… Sofía ¡ven acá! —la llamé.

No recibí respuesta.

—Sofí, ven por favor, necesito contarte algo que acabo de soñar —mientras decía esto, caminaba hacia la sala y ¡Sorpresa! ¡Sofía no estaba por ningún lado! Miré hacia la mesa y vi una pequeña nota. La sostuve con mis manos aún húmedas y la leí: “Angi, fui a buscar a mi bebé, tú sabes cuál” —¡Sí, claro! Hablaba de su estúpido automóvil—. “Amelia no contestó nunca su teléfono. Voy a su casa a ver qué pasa con ella, yo te llamaré. Atentamente: Sofía, la mujer más bella sobre el planeta”.

—Sí, cómo no. Más bien la más mentirosa del planeta, eso sí.

Me dirigí hacia la cocina, miré el reloj para darme cuenta que eran las cuatro de la madrugada.

—¿Cuántas horas dormí? —dije negando con la cabeza.

Tengo hambre veré qué ceno, desayuno o lo que sea —pensé riéndome para mis adentros.

Mientras preparaba unos huevos revueltos y exprimía unas naranjas, no podía dejar de pensar en el sueño. Sobre todo, en esa parte donde el hombre me decía: ¡Espera! ¡Espera! no grites mujer, esta es la única forma que tengo de verte. Por fin te encontré.

Jamás había tenido un sueño así. ¿Acaso se trata del mismo hombre que me miraba en los otros sueños? Ese que me atemoriza y tranquiliza a la vez. Sí… ahora recuerdo, esas miradas me hacen sentir que se me congelaba la sangre, la misma sensación la tuve en casa de esa bruja.

—Supongo que ese hombre tiene muy mal gusto —me burlé de mí misma.

En ese momento se coló un frío viento que me impregnó todo el cuerpo. Miré a los lados y me di cuenta que la ventana de la cocina estaba abierta.

—Ésta idiota de Sofí. ¿Cómo pudo dejar la ventana abierta? Como están las cosas en el país —dije en tono molesto. Furiosa, empecé a hablar en voz alta como normalmente lo hacía cuando estaba muy nerviosa o molesta. Total, estaba sola en casa.

—¡Esto no me puede estar pasando! Es de locos, Mi vida está mal. Yo estoy mal. Y para completar el pastel me quedaré sin trabajo cuando se entere mi jefe de que no asistí a esa conferencia.

Mi jefe me despedirá estoy segura. Trabajar en una clínica con psicólogos a veces era una mierda. Debí haber rentado un consultorio para trabajar por mi cuenta, así todo el dinero sería para mi solita. Claro, desde otro punto de vista jamás tendría tantos pacientes como los que tengo en la clínica, ciertamente esa es la ventaja de todo. En fin, mejor termino de comer y me vuelvo acostar, total, puedo dormir dos horas más. Entro a las ocho de la mañana al trabajo. Además, tampoco tengo muchas ganas de verle la cara al jefe.

—Sí, sí, sí, mejor dejo de mortificarme con toda esta vida de locos que llevo. Si no me despiden juro que me tomaré unas vacaciones lo más pronto posible.

Terminé de comer, caminé hacia el cuarto arreglando esos pequeños desastres que dejó Sofía por la sala. Al llegar al cuarto decidí cambiar la toalla de baño por un pijama, jamás duermo desnuda o en bragas, nunca me gustó observar lo poco esbelta que soy. Confieso que jamás he sido exhibicionista, ni siquiera cuando estoy sola me gusta estar desnuda, como hace mucha gente cuando nadie los ve.

Me acosté en mi cómoda cama, arropándome hasta la mitad; la temperatura de la habitación estaba perfecta. Cerré mis ojos para conciliar el sueño y terminé pensando en el bendito sueño que había tenido. Era una lástima que no haya logrado ver el rostro del hombre, sólo percibí ese rico olor a bosque, muy exquisito.

***

Creo que mejor camino un poco para conciliar el sueño, es bueno vivir cerca de un pequeño bosque. Es la mezcla perfecta entre el urbanismo y la naturaleza. Miré al cielo para darme cuenta de que el sol ya empezaba a salir. ¡Me lleva el diablo! Vi el sol salir y no pude descansar ni siquiera una hora. Ya regresaba a casa cuando de repente percibí un olor agradable.

—¡Aquí estás! —susurró a mi oído un hombre detrás de mí.

Me di la vuelta y ahí estaba el mismo hombre de mi sueño. El viento sopló de repente y ese maravilloso olor a bosque me golpeó el rostro, haciendo que todo mi cuerpo se impregnara de una calidez inusual. Pero todo eso terminó en un segundo cuando mis ojos se posaron en un detalle escandaloso… el hombre tenía dos largos cuernos que sobresalían de su cabeza.

Pero esto es nuevo, en los otros sueños no recordaba haberle visto cuernos a este hombre, yo jamás habría olvidado ese llamativo y feo detalle.

El hombre estaba vestido con harapos, toda su indumentaria estaba sucia y rasgada. A pesar de lo distinto que se veía esta vez, sus hermosos ojos violetas me dejaron sin aire. Por algún motivo no podía despegar mi mirada de ellos.

Él sonrió al notar que me había quedado mirándolo con perplejidad. Pero por alguna razón eso me puso de mal humor y tomé fuerza de voluntad para apenas y con una audible voz poder decir:

—¡Apártate de mí! ¡No te conozco! —y creo que lo pensé, porque estaba muy asustada como recordar haber escuchado mi voz.

—¡Quédate dónde estás! —me ordenó el hombre.

Sí, como no.

Comencé a correr y ya había abarcado dos cuadras cuando miré hacia atrás para ver si me seguía, pero no había nadie detrás de mí. Miré a los lados en busca de ayuda, pero no había un alma en toda esa calle. ¿Será que jamás se despertarían los vecinos? ¡Ya está amaneciendo, por Dios!

De repente me golpeé con algo muy fuerte y caí sentada sobre mi trasero.

—¡Te dije que te quedaras dónde estabas!

¡Qué mierda! —pensé— ¿Cómo apareció delante de mí? Y que Dios me ayudé, veía estrellas, me golpeé fuerte contra su ancho pecho, aunque eso no pareció afectarle porque él permaneció erguido, como si nada.

—Levántate —me ordenó de nuevo.

—¿Qué coño dices? ¡Déjame en paz! —grité. Luego me arrepentí, supongo que contesté de esa manera por la adrenalina que tenía en el cuerpo después de correr tan rápido.

—¡Te dije que te levantaras y no te atrevas a marcharte de nuevo! —su voz era poderosa, autoritaria, ordenaba obediencia.

Miré otra vez a los lados para darme cuenta que seguíamos solos en toda la jodida calle y que Dios me ayude, me observé y tenía puesto el vestido negro de mi último sueño.

Bien, debo estar soñando entonces, ya que decidí ir a caminar en pijama, si mal no recuerdo —pensé.

El hombre, como adivinando mis pensamientos me dijo:

—No te atrevas a despertar o tendré que matarte.

¡Increíble! Sus ojos estaban cambiando de color, de ese tono tan vivo color violeta a un negro intenso y al mismo tiempo sus cuernos crecían más y más.

Necesito despertar.

En lo que pareció un milenio de tiempo el hombre se limitó a decirme:

—Bella mujer. Gracias a esta caminata descubrí dónde vives. Es bueno que hayas decidido dormir y pensar en todo esto— mientras decía esto, empezó a sonreír y sus ojos empezaron a retomar su antiguo bonito color, por alguna razón empecé a sentir que se veía menos atemorizante.

Pero igual no me dejé llevar por esa sonrisa.

—¿Qué dices? —pregunté alzando aun más la voz toda confundida— de repente me sentí muy consciente de que no estaba en posición de gritar. Él me amenazaba con matarme y yo le gritaba. Pero tenía los nervios de punta.

—Cada vez que duermes, mujer, me acercas a ti. Cada sueño tuyo es como si yo lo viviera, estoy en cada uno de ellos. Al principio no lo entendía, por eso te observaba. Siempre que deseaba acercarme te desvanecías.

—¿Cómo sabes que es un sueño? —le pregunté, no estaba entendiendo nada de lo que me decía.

—Porque cada vez que tú te duermes también entro en un sueño profundo que domina mi maldita voluntad. Los seres como yo no dormimos, a menos que lo decidamos. ¿Y sabes algo? Empiezo a odiarte por eso. Tal vez, si te matara todo esto termine y vuelva a ser el de antes. Si aún dudas de mi poder puedo describir cómo estabas vestida. Saliste en pijama, pero yo decidí ponerte el vestido, es muy bonito, te ves mejor que con esa horrible ropa que cargabas puesta —me dijo sonriendo.

Yo abrí mi boca asustada. No, no estaba asustada. ¡Estaba aterrada! Solo logré preguntarle con cierta incredulidad:

 —¿Eres un demonio, espíritu o algo así?

—¡Sí! ¿No lo notas? ¿Acaso me ves con unas malditas alas blancas y un coro angelical cantando de fondo mientras hablo contigo? —sonrió y me mostró todos sus perfectos dientes.

—¿Por qué estás en mis sueños? ¿Por qué yo? —balbuceé intentando organizar mis palabras.

—Dímelo tú, bella mujer —respondió.

Cuando dijo eso sólo pensé que me mataría porque no sabía la respuesta. Supongo que como estoy dormida es lo mismo como estar en coma, así que me armé de valor y le dije:

—No sé —y le puse mala cara, al final no tenía como defenderme, no tenía posibilidades de escapar, fuera eso un sueño o no, mis posibilidades eran mínimas en aquella soledad.

Necesito despertarme. No sé qué pasa. Normalmente cuando uno sueña y está consciente de que está durmiendo, uno tiene la capacidad de despertarse.

—¡Debes saber esto, mujer! Estoy confinado a vivir escondido en el bosque. Cada vez que duermes yo entro en un letargo mortal y me expongo a mis enemigos, inconsciente de todo a mí alrededor. ¿Lo entiendes, mujer? —mientras él me hablaba me había tomado por los hombros y me sacudía una y otra vez. Se veía desesperado.

***

Noté claramente que tenía la intención de decirme algo más, pero me desperté. Gracias a Dios sonó el despertador.

—¡Mi gran Dios! Eso fue muy real —musité mientras me levantaba de la cama de golpe. ¡Sorpresa! Aún llevaba puesto el pijama. Tengo que aceptar que todo lo que dijo aquella bruja era cierto.

¿Qué hora es? —miré el reloj, eran las siete de la mañana. Bueno, voy arreglarme para ir al trabajo.

Mientras arreglaba mi ropa caí en cuenta de algo. ¡Es el demonio! ¡Me tocó el demonio! ¡Y peor aún: ya sabe dónde vivo! ¡Y quiere matarme! Respiré profundamente antes de caer en una gran desesperación.

—Respira Angi, respira —repetí en voz baja.

Empecé a estudiar mis posibilidades. En otras palabras, a ver mi jodida realidad. Es un demonio y quiere quitarme la vida. ¡Sí, claro! ¿Qué le puede importar a ese demonio mi vida? Según dijo esa enorme masa de músculos, sólo le interesa retomar su antiguo ritmo de vida, si es que se puede decir que esos seres tienen vida. Al parecer cada vez que duermo se expone a algo, se vuelve vulnerable.

—¡Por Dios! ¿Qué hago pensando en sus músculos y en ese cuerpo? Estoy loca, supongo que ahora le tengo que agradecer a la desgraciada bruja, tía de Sofí. ¿De esto se trataba cuando fui a consultarla? ¿De qué encontraría a un novio y es este acaso? Un hombre musculoso, alto y hermoso; pero solo tiene el pequeño detalle de los cuernos en su cabeza. Es un ser sobrenatural, ¡un demonio! Pero a pesar de estar vestido con harapos, su piel era suave…

—Ay, mierdaaa. ¿Qué cosas pienso? Mejor termino de arreglarme y salgo al trabajo.

Necesitaré años de terapia para salir de este laberinto, sé que terminaré más loca de lo que ya estoy. Me encantaría haber aprendido defensa personal para patearles el culo a Sofía y su tía por haberme metido en este embrollo.

Uff, sus ojos color violeta, es impresionante ese olor que emana, su pi… —suspiré, y me miré al espejo, estaba blanca del susto.

Esos pensamientos disruptivos habían llegado para quedarse, estaba más jodida de lo que pensaba.  

Kassfinol

Escritora de novelas románticas paranormales y libros de terror

Si quieres tener este libro en papel o kindle puedes conseguirlo en:

Si este capítulo te gustó, por favor comparte para que más lectores puedan conocer esta historia ¡Te lo agradezco!